Reflexiones para tí.

Adicciones

Todas las cosas me son lícitas, mas no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, mas yo no me dejaré dominar de ninguna. 1 Corintios 6:12.

Cuando pensamos en adicciones, normalmente lo hacemos en relación con el consumo de sustancias como tabaco, alcohol o drogas ilícitas. Pero, hay muchas otras adicciones, algunas de ellas propias de nuestra era posmoderna y tecnocrática. Hay adictos al trabajo (workaholic), a las relaciones, al sexo, a los juegos de azar, a Internet, a la pornografía, al celular, a las compras, etc.

Es decir, las adicciones, antes que nada, responden a una estructura de personalidad adictiva. El objeto de la adicción puede variar, pero el patrón de comportamiento es el mismo. La persona adicta tiene un “yo” débil (en sentido psicológico, no estamos hablando aquí del egocentrismo moral), no ha madurado al punto de sostenerse a sí misma emocionalmente, sino que depende neuróticamente de otros o de cosas externas a ella para poder vivir. Por supuesto, hemos sido puestos por Dios en este mundo con un sentido y necesidad de solidaridad, de tal manera que, al formar parte de la trama humana, nos necesitamos unos a otros. Pero, cuando esa necesidad natural se vuelve dependiente, de tal forma que la persona no puede vivir sin el otro, o sin ciertas cosas, para enfrentar las demandas y desafíos de la vida, estamos ante una adicción.

En un sentido, la personalidad sana es autárquica, autosuficiente: se sostiene en sí misma (con la fuerza que Dios le da), y no en otros o en cosas, tal como menciona Pablo en nuestro texto de reflexión para hoy: “no me dejaré dominar” de ninguna cosa.

Incluso nuestra dependencia de Dios, si tenemos una estructura de personalidad adictiva, puede ser una dependencia neurótica en vez de responder a valores verdaderos y a un reconocimiento consciente de nuestra necesidad espiritual y moral de su gracia. Dios podría ser una adicción más. Pero el creyente verdadero se fortalece en Dios para hacer frente a los desafíos que la vida le presenta, y que requieren de él hacerse cargo de su existencia: “Todo lo puedo en Cristo, que me fortalece” (Fil. 4:13).

Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2015
“El tesoro escondido” Por: Pablo Claverie






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