Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a él sus discípulos. Y abriendo su boca les enseñaba, diciendo. Mateo 5:1, 2.

Los que somos padres intentamos que nuestros hijos anden por el camino del bien, que edifiquen sus caracteres con bondad, amor, honestidad, integridad. Para eso, recurrimos a la educación, la instrucción, tanto por el ejemplo como en forma oral, tratando de persuadir a nuestros hijos para que sean buenos y hagan el bien. Presentamos, hasta donde puedan entenderlas, las razones de nuestros mandatos, tratando de que comprendan la justicia de estas normas y lo convenientes que son para su vida.

A medida que ellos van creciendo y se van desarrollando no solo físicamente sino también intelectual y moralmente, apelamos cada vez menos al “temor” al castigo, y más a las motivaciones internas más elevadas y auténticas de nuestros hijos. Es decir, el propósito no es reprimir sino educar, formar, inculcar principios y lograr que, por convicción propia, nuestros hijos puedan incorporarlos a su vida sin la presión de una coerción externa. Solo así serán auténticamente morales. El temor al castigo lo único que puede hacer es reprimir el mal, pero no producir un cambio libre, voluntario y permanente.

Nuestro Señor Jesucristo, que vino a esta Tierra mil quinientos años después de la promulgación de la Ley entre truenos, rayos y temblores, encontró al pueblo más preparado, más “evolucionado” espiritual y moralmente (solo en un sentido, ya que seguían teniendo graves problemas morales, pero más sutiles) como para poder apelar a motivaciones más elevadas para su conducta que el temor, y para poder profundizar en el sentido más hondo y amplio de la Ley de Dios. Por eso, dice nuestro texto que “abriendo su boca les enseñaba”. De eso se trata el Sermón del Monte, fuente de nuestras reflexiones en los días siguientes.

¿Cuáles son los resortes de tu conducta? ¿Qué es lo que te motiva a ser bueno y hacer el bien? ¿El temor de perder el cielo, o ser condenado por Dios, o que Dios te quite su amparo y su apoyo en esta vida? ¿O has llegado a captar la belleza del amor de Dios y de su voluntad moral para tu vida, y entiendes que lo mejor que te puede pasar es andar en el camino de la bendita y buena voluntad de Dios?

Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2015
“El tesoro escondido” Por: Pablo Claverie






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